La prosodia en el
espejo
Dios, como las cosas,
no habla. El habla, que es lo propio del hombre, le fue asignada por
éste a los objetos inanimados del
mundo, personificando su entorno. El hombre proyecta humanidad hasta
el límite psicótico de
la despersonalización. Sin tanto, creerlo tiene sus ventajas
prácticas, por ejemplo, para alistar la posibilidad del pensamiento
y la metáfora. El goce mítico de esa desmentida (...las olas me
responden que sí que la han visto pasar...), supone un tipo de
enlace con el deseo del Otro en donde está
echada, por medio de la simbolización, la necesidad de los lugares
comunes, el lenguaje. El juego de representación simbólica -Ta que
yo era...!, en el niño, implica la actuación de una suposición
cómplice por un partenaire de juego, un otro de forma genérica, ya
incluso presente sólo en la fantasía.
Sobre un escenario de significados inconscientes ocurre la producción
de intensidades en la que el sujeto y el otro, registran ese
movimiento ficcional de planos de realidad.
Posiblemente, se pueda
proponer que algunas situaciones clínicas vinculadas a la forma del
habla muestren como signo, identificaciones de mucha pregnancia para
la vida psíquica de un sujeto; donde justamente pueda quedar
obliterada la dinámica de complicidad, de no saber reglado, de hacer
de cuenta a sabiendas, propia del juego infantil.
Por una cuestión de
contexto, aquí se reflexiona sobre la adquisición de la lengua
materna en el Río de la Plata utilizando la prosodia de dibujitos
animados centroamericanos (o castellano neutro), a partir
de la enseñanza lacaniana del estadio del espejo, el que sucede en
los albores del lenguaje verbal y los guiones fantasmáticos.
¿Cómo sucede que un
niño rioplatense que se inicia en el habla, lo haga con la voz, la
prosodia, los sustantivos y verbos (olvidaste tomar el balón, oye,
púrpura, gasolina, jala de la soga, comeremos palomitas de maíz,
ven conmigo, pastel de cumpleaños), y la persona (tú) del español
centroamericano? ¿Quién habla así? ¿Cómo es esto posible? Hay
que admitir una evidencia temporal, pragmática, perfectamente un
infans puede encontrarse un tiempo mucho mayor conectado con la
pantalla del televisor que en la interacción con otros sujetos
humanos.
¿En la prosodia
circula algo del orden de la Ley, algo del deseo del Otro? Sabemos de
la fascinación por la imagen (ya acústica incluso) del semejante,
por tanto podemos pensar que si ese otro principal que tengo frente a
mí es un dibujito, una animación de lo inanimado, puedo
efectivamente constituirme psíquicamente en base a esa fascinación.
Viñeta ilustrativa
Varios profesionales
que trabajan con niños en terapia (psicológica, psicomotriz, fonoaudiológica, etc.) han observado la presencia de estas
situaciones en la clínica infantil actual. Tomaremos una viñeta de
Esteban Levin, psicólogo, psicomotricista y psicoanalista argentino,
que trabaja con la enseñanza de Lacan en sus libros.
Marcos, de 8 años, fue
cuidado por sus abuelos en su primera infancia quienes lo exponían a
varias horas de televisión en soledad. Hablaba como los personajes
de la televisión. No puede expresarse con naturalidad en primera
persona. Es un niño inteligente “habla como le hablaron, mira como
lo miraron, se ubica frente al otro como lo hace frente a un
televisor (...) En vez de reconocerse a través del Otro, lo hace a
través de las imágenes que le devuelve la pantalla; ellas no pueden
cumplir el funcionamiento simbólico propio del espejo, lo cual trae
aparejada la imposibilidad de constituir la imagen corporal.
Por lo tanto, Marcos
“existe” en el goce de la imagen; en esa sobre-erotización sin
salida, la imagen crea un espejo que, en vez de reflejarlo, lo
absorbe (Levin, 2006: 79).
Espejismos de
espejos
Usaremos la imagen del
niño frente al espejo para pensar la soledad del mismo frente a la
pantalla, en el caso de esta viñeta rioplatense. “La imagen del
cuerpo no existe para una persona que está sola. Se constituye y
existe sólo en relación con alguien” (Nasio, 2001: 154). Como
enseñará Lacan, es un momento dotado de particular significado
cuando, frente al espejo, el pequeño gira su rostro para mirar al
del adulto que interactúa con él. Este es el caso de la niña de
los espejos, paciente de Francois Dolto: A los dos años y medio la
pequeña estadounidense queda en una habitación de hotel llena de
espejos en muebles y paredes, durante horas, mientras sus padres se
deleitan de los sabores parisinos, y su pequeña hermanita, bebé,
queda en la cuna del hotel. Las cuida una niñera francesa que no
habla la variedad americana de su inglés natal. Son varios días de
habitación cerrada, de fragmentos suyos en los espejos, de un
palabrerío extrañísimo. Perdida, sin la lengua de un adulto que
tranquilice, que le diga “-eso que ves tus miembros, tu mano, tu
carita”.
“En dos meses se ha
vuelto esquizofrénica”, dice el historial clínico. Deja de hablar
y de deglutir. Los espejos dice Dolto habían disociado, diseminado
su ser, y agrega: “pensar que al comienzo los padres se sintieron
contentos al creer que esos múltiples espejos la divertirían”
(Nasio, 2001: 159). Se psicotiza tras esas vacaciones. Cambia
radicalmente.
Pensamos que lo que
sucede allí se relaciona al acto en el cual tras ver su imagen
especular la pequeña gira para comprobar en la expresión del otro a
su lado quién es ese que la mira desde el espejo. Nadie
suficientemente bueno había a su lado y es asediada por
imágenes sin mediación. La prematuridad, el desamparo y la
fragmentación corporal de la cría de hombre se exacerban en ese
vacío anaclítico. La adjudicación de sentido se denega y no hay
manera de organizar la cadena de significantes. Y ¿si hay una
violencia al dar sentido, siguiendo el razonable planteo de
Aulagnier, cómo llamar al no otorgarlo? Sin otro que medie las
múltiples imágenes recortadas se va a una vivencia fragmentada de
sí, sin cuerpo, sin extensión inmanente para el despliegue del
deseo humano (Nasio, 2002: 160-162).
La suave aridez del
plasma
Dibujos suaves, y
ágiles pero no inquietantes, colores nítidos, un remedo levemente
excitante de la realidad pero mejorada, una repetición organizadora
de la experiencia, otra vez y otra más hasta el agobio; y la promesa
mítica a los padres -porqué no- del devenir genial a través de tal
o cual programa educativo para niños de... 10 meses. En la
hiperestimulación sensorial no hay nada para instalar en lo
simbólico sin otro que medie. Puro placer de órgano. No hay un
sostén primario que organice un principio de realidad. Por el
contrario pareciera más bien que es el monitor que encuentra su
imagen espejada, mimética, en la criatura humana que hay del otro
lado del plasma. ¿Pensará el Mickey traducido en México, que hay
una inversión del espejo, que hasta hablan igualito a él? Lacan
dice que la constitución yoica no es asunto del despliegue del yo,
no se exterioriza nada de adentro hacia afuera, “sino de entrada el
yo es exteroceptivo o no es”. El niño criado por los lobos no es
más que un lobo (Julien, 1992: 35). No se bastan las propiocepciones
para el advenimiento de lo yoico del sujeto. Se trataría de
relaciones de espacio no sensoriales, en tanto simbólicas, que
exceden las sensaciones intero y propioceptivas, dotándolas de
sentido (Le Gaufey, 1998: 40). Así, ya para Wallon, la imagen del
cuerpo conduce a la individuación del sujeto entre los otros
sujetos, de un cuerpo entre otros. Pareciera ser que lo decisivo es
siempre quién está enfrente y quien mediando entre ellos, dotando
de sentido la escena. “En ese momento en que termina el estadio del
espejo inaugura, por identificación con la imago del
semejante y el drama de los celos primordiales (...) la dialéctica
que desde entonces liga al yo [je] con situaciones socialmente
elaboradas” (Lacan, 1949).
Esta prosodia
centroamericana en el pequeño rioplatense puede pasar desapercibida
por la familia durante un tiempo, pero el pasaje a lo socialmente más
elaborado lo delatará en algún momento, generalmente en una
singularidad asociada a otros signos (seguramente del llamado
espectro autista), donde también puede quedar para el sujeto
obturada la comprensión del doble sentido, o la repetición de
estereotipias aseguradoras, junto a una muy escasa tolerancia a la
frustración y para pensar los afectos. ¿Podemos hablar entonces de
una identificación del infans con esa imagen de un personaje animado
puesto en lugar de semejante, ocupando un lugar de yo especular?
Se podría plantear una
sobreexposición al estímulo. Levin dice que es posible caracterizar
la relación del niño con la pantalla: su duración es “en la
fugacidad presente del instante visual. En sí misma sin relación
con el otro, es su propio fin. Si la dejan sin control, tiende el
señuelo para procurar consumir y agotar el deseo infantil”. Como
la niña y los espejos; se presenta para Levin el peligro del uso
indiscriminado de pantallas que pueda distorsionar la experiencia
corporal (2006: 14) La imaginación, la evocación y el pensamiento
desplegados en el juego, que “no es nunca una frivolidad”
(2006:15), quedan aplanados en la pantalla.
. . .
Los
bebes y niños se muestran fascinados sobre
todo por la forma más que por el
contenido, por los movimientos rápidos de los personajes, cambios
del decorado, imprevisibilidad de las escenas, intensidad de los
efectos sonoros, voces
extrañas o inhumanas, etc
Según
el autor, la confrontación del bebe
(antes de los tres años) al paisaje audiovisual tiene tres serias
consecuencias. Sobre la construcción de la imagen de sí y de su
familia. Sobre las adquisiciones lingüísticas. Sobre los modelos
internos que reflejan su relación con el mundo.
El efecto "medusa"...
en el que la pantalla
a-
Pasa a ser eso que lo excita y lo calma al bebe a la vez
Se
establece una relación patógena, hiperestimulante e intrusiva, que
el psicoanalista Paul Claude Racamier ha designado bajo el nombre de
“seducción maternal primaria”.
b-
Perturba la construcción de la representación de si.
La
relación de un niño pequeño con sus juguetes es multisensorial,
asociando la vista, el oído, el tacto y el olfato. Es en esta
intrincación permanente que se teje su imagen inconsciente del cuerpo,
que se instala su sentimiento de ser a la vez
“dentro de su cuerpo” y “en el mundo”.
c-
Altera el dibujo de figura humana.
La
consigna “dibuja una persona”, que un pediatra alemán (Peter
Winterstein) ha propuesto en las mismas condiciones a todos sus
pacientes niños durante 35 años, muestra que los niños que son
grandes consumidores de televisión hacen representaciones de cuerpos
deformados, amputados, y completamente aberrantes.
d-
Altera el sentimiento de sentirse parte del mundo y de una familia.
Un
estudio realizado con una muestra de 55000 niños que miran la
televisión entre 71 y 108 minutos por día, muestra que éste
sentimiento aparece muy afectado.
Este
estudio muestra que cuánto más miran televisión menos se sienten
formando parte de su familia.
e-
Retrasa el lenguaje.
Ciertos
DVDs y videos son explícitamente aconsejados para los padres
argumentando que estimulan el aprendizaje del lenguaje de sus bebés.
Se tratan en particular de apoyos como Baby Mozart, o Baby Einstein.
Pero
dos investigaciones de la Universidad de Seattle, en EEUU, han
mostrado que no solo estas producciones no acrecientan la capacidad
lingüística de los niños que los miran, sino que por el contrario
enlentecen en los niños de 8 a 16 meses sus aprendizajes.
f-
Fragmenta la continuidad.
El
bebé está construyendo los aspectos constantes de sí mismo, más
que preocupado en memorizar acciones sociales. Lo más importante
son las sensaciones y las emociones (Stern). Gracias a ellas
comienza a percibirse como un ser que siente, que se mueve y que
tiene percepciones como sujeto de su propio cuerpo (núcleo del
self).
REAL:
un adulto sonríe a un bebe, él responde con una sonrisa más larga
todavía generándose un espiral de retroalimentación positiva.
VIRTUAL:
el bebe mira un rostro que le sonríe en la pantalla, el va a
sonreír a su turno, pero el rostro no se va a modificar bajo el
efecto de su sonrisa. El bucle de interacción está esfumado. Peor
aún, otra cosa aparece rápidamente en la pantalla, de tal manera
que la situación emocional y sensorial de sonreír compartido está
interrumpida.
El
bebe está dentro de la situación de “ser” y de “no ser” a
la vez con el otro, y el interioriza las relaciones en eco
constantemente abortadas. Sin
moverse y con los ojos clavados en la pantalla, este niño aprende la
inestabilidad. Sus padres lo ven inmóvil delante de la pantalla y
deducen que la tele lo calma. Pero está más bien hipnotizado por el
desfile rápido de formas y de colores acompañado de ritmos y de
sonidos extraños. Los padres creen es la tele-chupete pero es peor,
es la tele “Medusa” (del verbo medusear utilizado en francés,
significa pasmar, causar estupor, dejar turulato)
g-
Desvía al bebe de la conciencia de su propio cuerpo.
Cuando
el cuerpo, el tacto, la posibilidad de contacto, se borran, la
actitud mental cambia y el mecanismo psíquico que se impone es aquel
que Freud llamó la denegación: es decir la posibilidad de pensar en
todo momento que la parte de realidad que me molesta no existe.
h-
La pantalla se convierte en un espejo privilegiado.
Las
pantallas incitan siempre al niño a una relación de familiaridad,
de confianza y por que no decirlo de apego, en todos los puntos
semejante a la que ellos establecen con los seres humanos. Como por
ejemplo: Dora la exploradora.(Tisseron, S.)
.
. .
Encontramos referencias al llamado Trastorno de la Prosodia, Síndrome del Acento Extranjero, en Argentina, por el Neuropediatra Javien Sanabria:
. . .
magela
s.c.
(con la colaboración de j.s.s.)
(con la colaboración de j.s.s.)
Referencias
Julien, P. (1992) El
retorno a Freud de Jacques Lacan, MexicoSitesa
Lacan, J. [1949] El
estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como
se nos revela en la
experiencia psicoanalítica.
Levin, E. (2006) ¿Hacia
una infancia virtual? Bs. As. Nueva Visión
Le Gaufey, G. (1998) El
lazo especular. Córdoba. Edelp
Nasio, J. D. (2001) Los
más famosos casos de psicosis. Bs. As. Paidós
(1) “Les
dangers de la télé pour les bébés” Serge Tisseron Collection
Temps d’arret. Editorial Yapaka.be. 2008.