viernes, 8 de mayo de 2015

la prosodia, el espejo y la pantalla medusa


La prosodia en el espejo


Dios, como las cosas, no habla. El habla, que es lo propio del hombre, le fue asignada por éste a los objetos inanimados del mundo, personificando su entorno. El hombre proyecta humanidad hasta el límite psicótico de la despersonalización. Sin tanto, creerlo tiene sus ventajas prácticas, por ejemplo, para alistar la posibilidad del pensamiento y la metáfora. El goce mítico de esa desmentida (...las olas me responden que sí que la han visto pasar...), supone un tipo de enlace con el deseo del  Otro en donde está echada, por medio de la simbolización, la necesidad de los lugares comunes, el lenguaje. El juego de representación simbólica -Ta que yo era...!, en el niño, implica la actuación de una suposición cómplice por un partenaire de juego, un otro de forma genérica, ya incluso presente sólo en la fantasía. Sobre un escenario de significados inconscientes ocurre la producción de intensidades en la que el sujeto y el otro, registran ese movimiento ficcional de planos de realidad.


Posiblemente, se pueda proponer que algunas situaciones clínicas vinculadas a la forma del habla muestren como signo, identificaciones de mucha pregnancia para la vida psíquica de un sujeto; donde justamente pueda quedar obliterada la dinámica de complicidad, de no saber reglado, de hacer de cuenta a sabiendas, propia del juego infantil.


Por una cuestión de contexto, aquí se reflexiona sobre la adquisición de la lengua materna en el Río de la Plata utilizando la prosodia de dibujitos animados centroamericanos (o castellano neutro), a partir de la enseñanza lacaniana del estadio del espejo, el que sucede en los albores del lenguaje verbal y los guiones fantasmáticos.

¿Cómo sucede que un niño rioplatense que se inicia en el habla, lo haga con la voz, la prosodia, los sustantivos y verbos (olvidaste tomar el balón, oye, púrpura, gasolina, jala de la soga, comeremos palomitas de maíz, ven conmigo, pastel de cumpleaños), y la persona (tú) del español centroamericano? ¿Quién habla así? ¿Cómo es esto posible? Hay que admitir una evidencia temporal, pragmática, perfectamente un infans puede encontrarse un tiempo mucho mayor conectado con la pantalla del televisor que en la interacción con otros sujetos humanos.

¿En la prosodia circula algo del orden de la Ley, algo del deseo del Otro? Sabemos de la fascinación por la imagen (ya acústica incluso) del semejante, por tanto podemos pensar que si ese otro principal que tengo frente a mí es un dibujito, una animación de lo inanimado, puedo efectivamente constituirme psíquicamente en base a esa fascinación.


Viñeta ilustrativa

Varios profesionales que trabajan con niños en terapia (psicológica, psicomotriz, fonoaudiológica, etc.) han observado la presencia de estas situaciones en la clínica infantil actual. Tomaremos una viñeta de Esteban Levin, psicólogo, psicomotricista y psicoanalista argentino, que trabaja con la enseñanza de Lacan en sus libros.

Marcos, de 8 años, fue cuidado por sus abuelos en su primera infancia quienes lo exponían a varias horas de televisión en soledad. Hablaba como los personajes de la televisión. No puede expresarse con naturalidad en primera persona. Es un niño inteligente “habla como le hablaron, mira como lo miraron, se ubica frente al otro como lo hace frente a un televisor (...) En vez de reconocerse a través del Otro, lo hace a través de las imágenes que le devuelve la pantalla; ellas no pueden cumplir el funcionamiento simbólico propio del espejo, lo cual trae aparejada la imposibilidad de constituir la imagen corporal.

Por lo tanto, Marcos “existe” en el goce de la imagen; en esa sobre-erotización sin salida, la imagen crea un espejo que, en vez de reflejarlo, lo absorbe (Levin, 2006: 79).



Espejismos de espejos

Usaremos la imagen del niño frente al espejo para pensar la soledad del mismo frente a la pantalla, en el caso de esta viñeta rioplatense. “La imagen del cuerpo no existe para una persona que está sola. Se constituye y existe sólo en relación con alguien” (Nasio, 2001: 154). Como enseñará Lacan, es un momento dotado de particular significado cuando, frente al espejo, el pequeño gira su rostro para mirar al del adulto que interactúa con él. Este es el caso de la niña de los espejos, paciente de Francois Dolto: A los dos años y medio la pequeña estadounidense queda en una habitación de hotel llena de espejos en muebles y paredes, durante horas, mientras sus padres se deleitan de los sabores parisinos, y su pequeña hermanita, bebé, queda en la cuna del hotel. Las cuida una niñera francesa que no habla la variedad americana de su inglés natal. Son varios días de habitación cerrada, de fragmentos suyos en los espejos, de un palabrerío extrañísimo. Perdida, sin la lengua de un adulto que tranquilice, que le diga “-eso que ves tus miembros, tu mano, tu carita”.

“En dos meses se ha vuelto esquizofrénica”, dice el historial clínico. Deja de hablar y de deglutir. Los espejos dice Dolto habían disociado, diseminado su ser, y agrega: “pensar que al comienzo los padres se sintieron contentos al creer que esos múltiples espejos la divertirían” (Nasio, 2001: 159). Se psicotiza tras esas vacaciones. Cambia radicalmente.

Pensamos que lo que sucede allí se relaciona al acto en el cual tras ver su imagen especular la pequeña gira para comprobar en la expresión del otro a su lado quién es ese que la mira desde el espejo. Nadie suficientemente bueno había a su lado y es asediada por imágenes sin mediación. La prematuridad, el desamparo y la fragmentación corporal de la cría de hombre se exacerban en ese vacío anaclítico. La adjudicación de sentido se denega y no hay manera de organizar la cadena de significantes. Y ¿si hay una violencia al dar sentido, siguiendo el razonable planteo de Aulagnier, cómo llamar al no otorgarlo? Sin otro que medie las múltiples imágenes recortadas se va a una vivencia fragmentada de sí, sin cuerpo, sin extensión inmanente para el despliegue del deseo humano (Nasio, 2002: 160-162).


La suave aridez del plasma

Dibujos suaves, y ágiles pero no inquietantes, colores nítidos, un remedo levemente excitante de la realidad pero mejorada, una repetición organizadora de la experiencia, otra vez y otra más hasta el agobio; y la promesa mítica a los padres -porqué no- del devenir genial a través de tal o cual programa educativo para niños de... 10 meses. En la hiperestimulación sensorial no hay nada para instalar en lo simbólico sin otro que medie. Puro placer de órgano. No hay un sostén primario que organice un principio de realidad. Por el contrario pareciera más bien que es el monitor que encuentra su imagen espejada, mimética, en la criatura humana que hay del otro lado del plasma. ¿Pensará el Mickey traducido en México, que hay una inversión del espejo, que hasta hablan igualito a él? Lacan dice que la constitución yoica no es asunto del despliegue del yo, no se exterioriza nada de adentro hacia afuera, “sino de entrada el yo es exteroceptivo o no es”. El niño criado por los lobos no es más que un lobo (Julien, 1992: 35). No se bastan las propiocepciones para el advenimiento de lo yoico del sujeto. Se trataría de relaciones de espacio no sensoriales, en tanto simbólicas, que exceden las sensaciones intero y propioceptivas, dotándolas de sentido (Le Gaufey, 1998: 40). Así, ya para Wallon, la imagen del cuerpo conduce a la individuación del sujeto entre los otros sujetos, de un cuerpo entre otros. Pareciera ser que lo decisivo es siempre quién está enfrente y quien mediando entre ellos, dotando de sentido la escena. “En ese momento en que termina el estadio del espejo inaugura, por identificación con la imago del semejante y el drama de los celos primordiales (...) la dialéctica que desde entonces liga al yo [je] con situaciones socialmente elaboradas” (Lacan, 1949).


Esta prosodia centroamericana en el pequeño rioplatense puede pasar desapercibida por la familia durante un tiempo, pero el pasaje a lo socialmente más elaborado lo delatará en algún momento, generalmente en una singularidad asociada a otros signos (seguramente del llamado espectro autista), donde también puede quedar para el sujeto obturada la comprensión del doble sentido, o la repetición de estereotipias aseguradoras, junto a una muy escasa tolerancia a la frustración y para pensar los afectos. ¿Podemos hablar entonces de una identificación del infans con esa imagen de un personaje animado puesto en lugar de semejante, ocupando un lugar de yo especular?

Se podría plantear una sobreexposición al estímulo. Levin dice que es posible caracterizar la relación del niño con la pantalla: su duración es “en la fugacidad presente del instante visual. En sí misma sin relación con el otro, es su propio fin. Si la dejan sin control, tiende el señuelo para procurar consumir y agotar el deseo infantil”. Como la niña y los espejos; se presenta para Levin el peligro del uso indiscriminado de pantallas que pueda distorsionar la experiencia corporal (2006: 14) La imaginación, la evocación y el pensamiento desplegados en el juego, que “no es nunca una frivolidad” (2006:15), quedan aplanados en la pantalla.

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El impacto de la forma - por Serge Tisseron (1)

Los bebes y niños se muestran fascinados sobre todo por la forma más que por el contenido, por los movimientos rápidos de los personajes, cambios del decorado, imprevisibilidad de las escenas, intensidad de los efectos sonoros, voces extrañas o inhumanas, etc

Según el autor, la confrontación del bebe (antes de los tres años) al paisaje audiovisual tiene tres serias consecuencias. Sobre la construcción de la imagen de sí y de su familia. Sobre las adquisiciones lingüísticas. Sobre los modelos internos que reflejan su relación con el mundo.

El efecto "medusa"...
en el que la pantalla

a- Pasa a ser eso que lo excita y lo calma al bebe a la vez

Se establece una relación patógena, hiperestimulante e intrusiva, que el psicoanalista Paul Claude Racamier ha designado bajo el nombre de “seducción maternal primaria”.

b- Perturba la construcción de la representación de si.

La relación de un niño pequeño con sus juguetes es multisensorial, asociando la vista, el oído, el tacto y el olfato. Es en esta intrincación permanente que se teje su imagen inconsciente del cuerpo, que se instala su sentimiento de ser a la vez “dentro de su cuerpo” y “en el mundo”.

c- Altera el dibujo de figura humana.

La consigna “dibuja una persona”, que un pediatra alemán (Peter Winterstein) ha propuesto en las mismas condiciones a todos sus pacientes niños durante 35 años, muestra que los niños que son grandes consumidores de televisión hacen representaciones de cuerpos deformados, amputados, y completamente aberrantes.

d- Altera el sentimiento de sentirse parte del mundo y de una familia.

Un estudio realizado con una muestra de 55000 niños que miran la televisión entre 71 y 108 minutos por día, muestra que éste sentimiento aparece muy afectado.

Este estudio muestra que cuánto más miran televisión menos se sienten formando parte de su familia.

e- Retrasa el lenguaje.

Ciertos DVDs y videos son explícitamente aconsejados para los padres argumentando que estimulan el aprendizaje del lenguaje de sus bebés. Se tratan en particular de apoyos como Baby Mozart, o Baby Einstein.

Pero dos investigaciones de la Universidad de Seattle, en EEUU, han mostrado que no solo estas producciones no acrecientan la capacidad lingüística de los niños que los miran, sino que por el contrario enlentecen en los niños de 8 a 16 meses sus aprendizajes.

f- Fragmenta la continuidad.

El bebé está construyendo los aspectos constantes de sí mismo, más que preocupado en memorizar acciones sociales. Lo más importante son las sensaciones y las emociones (Stern). Gracias a ellas comienza a percibirse como un ser que siente, que se mueve y que tiene percepciones como sujeto de su propio cuerpo (núcleo del self).

REAL: un adulto sonríe a un bebe, él responde con una sonrisa más larga todavía generándose un espiral de retroalimentación positiva.

VIRTUAL: el bebe mira un rostro que le sonríe en la pantalla, el va a sonreír a su turno, pero el rostro no se va a modificar bajo el efecto de su sonrisa. El bucle de interacción está esfumado. Peor aún, otra cosa aparece rápidamente en la pantalla, de tal manera que la situación emocional y sensorial de sonreír compartido está interrumpida.

El bebe está dentro de la situación de “ser” y de “no ser” a la vez con el otro, y el interioriza las relaciones en eco constantemente abortadas. Sin moverse y con los ojos clavados en la pantalla, este niño aprende la inestabilidad. Sus padres lo ven inmóvil delante de la pantalla y deducen que la tele lo calma. Pero está más bien hipnotizado por el desfile rápido de formas y de colores acompañado de ritmos y de sonidos extraños. Los padres creen es la tele-chupete pero es peor, es la tele “Medusa” (del verbo medusear utilizado en francés, significa pasmar, causar estupor, dejar turulato)

g- Desvía al bebe de la conciencia de su propio cuerpo.

Cuando el cuerpo, el tacto, la posibilidad de contacto, se borran, la actitud mental cambia y el mecanismo psíquico que se impone es aquel que Freud llamó la denegación: es decir la posibilidad de pensar en todo momento que la parte de realidad que me molesta no existe.

h- La pantalla se convierte en un espejo privilegiado.

Las pantallas incitan siempre al niño a una relación de familiaridad, de confianza y por que no decirlo de apego, en todos los puntos semejante a la que ellos establecen con los seres humanos. Como por ejemplo: Dora la exploradora.(Tisseron, S.)

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Encontramos referencias al llamado Trastorno de la Prosodia, Síndrome del Acento Extranjero, en Argentina, por el Neuropediatra Javien Sanabria:

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magela s.c.
(con la colaboración de j.s.s.)





Referencias

Julien, P. (1992) El retorno a Freud de Jacques Lacan, MexicoSitesa

Lacan, J. [1949] El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica.

Levin, E. (2006) ¿Hacia una infancia virtual? Bs. As. Nueva Visión

Le Gaufey, G. (1998) El lazo especular. Córdoba. Edelp

Nasio, J. D. (2001) Los más famosos casos de psicosis. Bs. As. Paidós



(1) “Les dangers de la télé pour les bébés” Serge Tisseron Collection Temps d’arret. Editorial Yapaka.be. 2008.

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